Su padre y su hermano mayor se dedicaron a la odontología y Margarita empezó a desempeñarse como asistente de ambos. Primero hacía tareas sencillas, pero aprovechaba el tiempo para leer las revistas de actualización profesional. Luego comenzó a colaborar con los tratamientos y finalmente comenzó a atender personalmente a los pacientes. Tenía solo veintiún años cuando dio su examen para poder trabajar de forma independiente. Los examinadores no fueron blandos con Margarita, pero ella había estudiado bien. A inicios de 1886, la Junta Directiva de Instrucción Pública del Distrito Federal de México le expidió su título de dentista. Fue el primer título independiente otorgado a una mujer profesional en América Latina.