Se sabe que murió viuda, que tenía un hijo y que era muy respetada por todos los yalcones, el pueblo originario al que pertenecía. Hacia 1538, el capitán Pedro de Añasco dirigía un asentamiento español para adueñarse por la fuerza de la región. Uno a uno, fue citando a todos los caciques y les dijo que a partir de entonces los españoles eran los amos. Sin embargo, Añasco no había citado a la Gaitana, porque era mujer y para él no tenía autoridad. Citó, en cambio, a su hijo. Pero el joven no acudió a la cita, porque no quería faltar el respeto a su madre. Enfurecido por el desaire del joven, Añasco lo mandó capturar y ordenó que lo quemaran vivo. La Gaitana rogó para que perdonaran a su hijo, pero el español no la escuchó. La Gaitana se retiró, habló con sus parientes y con los caciques de los otros pueblos. Juntos reunieron un ejército de miles de guerreros y atacaron a los españoles. Añasco fue capturado y la Gaitana lo hizo sufrir hasta que lo mató. Gracias a su disciplina, ingenio y valentía, los pueblos indígenas americanos lograron grandes victorias.